31 agosto 2020

LA MUJER QUE IBA A LOS VELORIOS DE LOS ACTORES


Si arrancamos por su definición, un medio de comunicación es un instrumento que presta un servicio: informar a los miembros de una comunidad. El servicio es mantenerlos al tanto de lo que ocurre.

El servicio fue derivando en entretenimiento, e incluso el arte algunas veces logra hacerse presente en los medios de comunicación. Todo eso es muy importante.

En una situación tan delicada como una pandemia, donde está muriendo muchísima gente, el servicio que prestan los medios de comunicación es muy trascendente. Están en el mejor lugar para colaborar, para comunicar a la población las mejores conductas para hacerle frente al virus que ataca a la humanidad.

Lo hacen?

Recordé un programa de TV, de años atrás (creo que era el de Rial), donde habían descubierto que una señora aparecía en todas imágenes de velatorios de famosos. Por supuesto ellos se burlaban.

En el momento donde sacaban el cajón de un muerto famoso para llevarlo al cementerio, donde la gente suele aplaudir como despedida... estaba la misma señora… El muerto podía ser un actor, un político, un músico… alguien famoso. Ella estaba acompañando.

Se me configuró la idea de que esa señora, probablemente vivía sola, en un mini departamento, sentada frente a la tele. Todo el puto día. Vivía la vida a través de la tele. Pensé que entonces, los que aparecían en la tele eran como sus amigos, su familia… le hablaban a ella, le dirigían la palabra, la hacían reír o pensar… a través de la tele.  Era lógico que los acompañe cuando se murieran, no?.

Recuerdo haberme colgado pensando en eso… en esa clase de soledad. Sentí profunda compasión por esa señora. Y me molestó que no tuvieran la sensibilidad de darse cuenta de eso, los del programa de Rial.

En las grandes ciudades debe haber mucha gente que tiene a la tele como su vínculo principal con el mundo. Su gran interlocutor.

La Sra. Bisman, más allá de su mala dicción y su dislexia de contenidos (estaba apuesto a todo, sobre las cartas la mesa),  había elaborado amorosamente un cartel con una foto de Nisman, rodeada de florcitas,  hojitas y moñitos negros… se había tomado un gran trabajo de tijera y plasticola, y estaba dolida sinceramente por ese personaje. 

Estaba sufriendo por el personaje que le habían construido los medios. Acusando a la Maligna que lo había mandado a matar, como también le habían construido los medios.




Se acuerdan del diputado Olivares? ¿que lo balearon junto a un asesor frente al Congreso, en mayo de 2019, que estaba todo filmado? Que terminó siendo un asunto de venganza personal contra el  asesor? Se acuerdan?

 

Bueno, ahí volvimos a encontrar a la Sra. Bisman, haciendo la cola en el velatorio del diputado Olivares… seguramente después de haber visto cien mil veces el video en loop del asesinato. Un diputado radical por La Rioja, que seguramente era un perfecto desconocido para la Sra. Bisman, pero ese video la conmovió y la hizo llevar un arreglito con flores para el velatorio.



 La pandemia, entre otras cosas, ha sentado frente a la tele durante todo el día a personas que, de otra forma, andarían en la calle o en la oficina. 

Hubiera sido excelente que les brindaran contenidos profundos, buenas películas, buenos programas divertidos, alimento para el espíritu, para que pasen ese tiempo de encierro lo mejor posible e insistiendo en los cuidados comunitarios.

Pero no.

Los medios han decidido poner a sus televidentes a escuchar todo el día a opinólogos, con cero conocimiento de infectología, hablando sin saber, generando las más absurdas ideas, hablando desde la malicia y bebiendo desinfectantes en cámara, generando sospechas y develando supuestas conspiraciones... Ayudando a los pobres loquitos con algún rasgo paranoico, a llenarse de delirios. Sometiendo a todos a una carga monstruosa de veneno e informaciones tóxicas.

Horas y horas de tv dedicadas a generar angustia por “la cuarentena más larga del mundo”.  Poniendo a todos a sentirse mal y enojados por los sacrificios que es necesario hacer para cuidar la salud. Millones de palabras vomitadas al aire con la única intención de poner de un humor perruno a toda la sociedad.

Y generaron la desesperación de la señora anticuarentena que gritaba “No queremos ser Valenzuela!!” 

Escucho a Jorge Alemán intentando explicar este fenómeno nuevo, que se da en torno a la pandemia.

Dice que una cosa es un loco habitado por delirios paranoicos, con voces que le hablan y lo hacen actuar incluso contra su voluntad, y otra cosa es la generación de este delirio social que no necesita de psicóticos…

Son personas racionales perfectamente lúcidas que de repente (con una ayudita de los medios) caen en el disparate del nuevo orden mundial, que nos necesita muertos a todos y que para eso crearon el virus, y van a meterte un chip con la vacuna, y que el 5G, los comunistas, los chinos y los rusos, todo sazonado con un gran rechazo a la política, que los convierte en ultraderecha sin escalas.

Nunca ven una opción progresista o nacional y popular. Siempre fascista.

Jorge Alemán interpreta (él lo explica muy bien aquí ) que esta es una movida neoliberal destituyente, como un golpe “blando”, que genera caos, corridas bancarias, produce mundos paralelos donde se vuelve imposible el intercambio simbólico. Porque buscan (y logran) romper los puntos de amarre con la realidad.

Y es en todo el mundo.

Eso es lo que vemos en las movilizaciones anticuarentena con sus carteles que sacan a pasear fotos de Videla y a defender una constitución y una república que no están en riesgo.




Loquitos hay en todos los pueblos… Pero creo que la gran ciudad ha aportado mucho a ese desequilibrio. Como dice Rinconet “las psiquis devastadas por el kirchnerismo

Aparecen en cada manifestación contra el peronismo en cualquiera de sus formas: anti cuarentenas, anti médicos cubanos, anti reforma judicial, anti vacuna, anti estatización de Vicentín… etc. Quiénes inician esta variedad increíble de indignaciones de peluquería?

Los observo y veo gente que seguramente debe estar encerrada en un departamento minúsculo, obligados a compartir el espacio con gente a la que apenas soportan. Veo gente con frustración de su propio fracaso, saliendo a gritar su odio a la vida de mierda que supieron conseguirse, culpando de eso al peronismo. O a la cuarentena, o a Cristina, o a Alberto.

Y de últimas, pienso con mi almita generosa, pobre gente... capaz que la vida los trató mal. Y estuvieron viendo demasiada televisión.

Pero de pronto veo la cola multitudinaria en un Starbucks en Palermo.

Y pierdo toda esperanza.



Sin respetar la distancia, se amontonan durante un montón de tiempo, hacen una cola larguísima para pagar 200 mangos un café… y caminar con el emblema propaganda impreso en el vasito… para poder sentirse neoyorquinos… qué mierda les pasa?

Me quedo con la Sra. Bisman, que al menos no arriesgaba su vida, ni la de otros…



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