El poder, que practica la injusticia y vive de ella, transpira violencia por todos los poros. Sociedades divididas en buenos y malos: en los infiernos suburbanos acechan los condenados de piel oscura, culpables de su pobreza y con tendencia hereditaria al crimen: la publicidad les hace agua la boca y la policía los echa de la mesa. El sistema niega lo que ofrece, objetos mágicos que hacen realidad los sueños, lujos que la tele promete: como bien saben los dueños de la riqueza real, no hay Valium que pueda calmar tanta ansiedad, ni Prozac capaz de apagar tanto tormento. La cárcel y las balas son la terapia de los pobres
Hasta hace 20 o 30 años, la pobreza era fruto de la injusticia. Lo denunciaba la izquierda, lo admitía el centro , rara vez lo negaba la derecha. Mucho han cambiado los tiempos, en poco tiempo: ahora la pobreza es el justo castigo que la ineficiencia merece. La pobreza puede merecer lástima, pero ya no provoca indignación: hay pobres por ley del juego o fatalidad del destino.
El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso. Hay países y personas exitosas y países y personas fracasadas, porque los eficientes merecen premiso y los inútiles, castigo.
Para que las infamias puedan ser convertidas en hazañas, la memoria del norte se divorcia de la memoria del sur, la acumulación se desvincula del vaciamiento, la opulencia no tienen nada que ver con el despojo. La memoria rota nos hace creer que la riqueza es inocente de la pobreza.
Los mitos, los ritos y los hitosEn las Américas, y también en Europa, la policía caza estereotipos, culpables del delito de portación de cara. Cada sospechoso que no es blanco, confirma le regla escrita. En las profundidades de la conciencia colectiva: el crimen es negro, o marrón, o por lo menos amarillo.
Esta demonización ignora la experiencia histórica del mundo. Para no hablar más que de éstos últimos 5 siglos, habría que reconocer que no han sido para nada escasos los crímenes de color blanco. En nombre de Dios exterminaron a qué se yo cuántos millones de indios en las Américas y arrancaron a qué se yo cuántos millones de negros del África.
Blancos fueron los reyes y los vampiros de indios y los traficantes negreros que fundaron la esclavitud hereditaria. Blancos fueron los autores de los incontables actos de barbarie, que la Civilización cometió en los siglos siguientes, para imponer a sangre y fuego, su blanco poder imperial.
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La certeza de que unos pueblos nacen para ser libres y otros para ser esclavos, ha guiado los pasos de todos los imperios. Pero fue a partir del Renacimiento y de la Conquista de América, que el racismo se articuló como un sistema de absolución moral al servicio de la glotonería europea.
Eduardo Galeano
El infierno de Luzbelita es un espejo para nuestra vergüenza. Somos hijos de multivioladores muertos.
y, ya sabemos, los hijos de puta no descansan nunca.