Hay un tema que me está molestando profundamente. Tan profundamente que tengo que escribirlo, para exorcizarlo.
Los sobrevivientes de la dictadura, los que estuvieron secuestrados, o presos “legales”, los que lograron exiliarse dentro o fuera del país, y los familiares de los desaparecidos (que son sobrevivientes también), desde el final de la dictadura o cuando fueron liberados, tuvieron la voluntad militante de hablar por los compañeros muertos, de denunciar las atrocidades y buscar justicia.
Muchos familiares lo habían hecho incluso durante la dictadura, ante organismos internacionales, y los exiliados lograron incomodar muchísimo a los represores, al punto que se vieron obligados a desarrollar la burda y repugnante mentira de la llamada “campaña antiargentina” y que los argentinos éramos derechos y humanos. Cosa que sólo tuvo eco dentro del país, porque el resto del mundo estaba azorado e indignado.
La dictadura no se propuso aniquilar sólo a los miembros de las organizaciones armadas de izquierda. Había que desaparecer al conjunto de quienes desarrollaban prácticas de articulación social, de solidaridad, en diversos espacios: barrios, centros de estudiantes, sindicatos, parroquias.
La posta la dijo Ibérico Saint Jean, gobernador de la Provincia de Buenos Aires en mayo de 1977:
“Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después... a sus simpatizantes, enseguida... a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos.”
Así que a la sociedad no le quedaba siquiera la posibilidad de ser tímida. Tenían que salir a estar de acuerdo con la masacre, y pegar la oblea en el auto, y aplaudir como focas. Y lo hicieron. Y despintaron a los familiares que tenían algún hijo “comprometido”, se borraron.
Un genocidio no brota de una maceta, no es espontáneo, hay que planificarlo. Y necesita la complicidad de toda la sociedad.
Unos deciden que la solución es el exterminio, otros aceptan esa idea y se disponen a ejecutarla con fervor patriótico, y los habitantes del pobre país se hacen los boludos… justifican con “algo habrán hecho”… y miran para otro lado. Y eso genera un tipo de culpa… dispersa, pero remordimiento, culpa social.
Los sobrevivientes de la dictadura, los que estuvieron secuestrados, o presos “legales”, los que lograron exiliarse dentro o fuera del país, y los familiares de los desaparecidos (que son sobrevivientes también), desde el final de la dictadura o cuando fueron liberados, tuvieron la voluntad militante de hablar por los compañeros muertos, de denunciar las atrocidades y buscar justicia.
Muchos familiares lo habían hecho incluso durante la dictadura, ante organismos internacionales, y los exiliados lograron incomodar muchísimo a los represores, al punto que se vieron obligados a desarrollar la burda y repugnante mentira de la llamada “campaña antiargentina” y que los argentinos éramos derechos y humanos. Cosa que sólo tuvo eco dentro del país, porque el resto del mundo estaba azorado e indignado.
La dictadura no se propuso aniquilar sólo a los miembros de las organizaciones armadas de izquierda. Había que desaparecer al conjunto de quienes desarrollaban prácticas de articulación social, de solidaridad, en diversos espacios: barrios, centros de estudiantes, sindicatos, parroquias.
La posta la dijo Ibérico Saint Jean, gobernador de la Provincia de Buenos Aires en mayo de 1977:
“Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después... a sus simpatizantes, enseguida... a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos.”
Así que a la sociedad no le quedaba siquiera la posibilidad de ser tímida. Tenían que salir a estar de acuerdo con la masacre, y pegar la oblea en el auto, y aplaudir como focas. Y lo hicieron. Y despintaron a los familiares que tenían algún hijo “comprometido”, se borraron.
Un genocidio no brota de una maceta, no es espontáneo, hay que planificarlo. Y necesita la complicidad de toda la sociedad.
Unos deciden que la solución es el exterminio, otros aceptan esa idea y se disponen a ejecutarla con fervor patriótico, y los habitantes del pobre país se hacen los boludos… justifican con “algo habrán hecho”… y miran para otro lado. Y eso genera un tipo de culpa… dispersa, pero remordimiento, culpa social.
A partir de la democracia, en la CONADEP y la causa 13 (el Juicio a las Juntas), testimoniaron algunos de los recientemente liberados, venciendo el trauma y el espanto del que apenas salían, para probar el plan sistemático de represión ilegal, señalar los centros clandestinos, los lugares de enterramientos, y fueron infinitamente valientes al identificar y denunciar a los represores.
Esto hay que remarcarlo.
No había garantías de que la incipiente democracia durara mucho, los tipos estaban a minutos de haber perdido el supremo poder que se habían atribuido, estaban furiosos y asustados.
Por otra parte, nacía la teoría de los dos demonios. Que servía para anestesiar la culpa social, para que los cómplices y los miedosos pudieran situarse en el rol de víctimas. Los malos eran los otros, “de uno u otro bando”. Les habían pasado cosas feas, pero “algo habían hecho”.
El coraje de denunciar a los genocidas, esa audacia cercana a la temeridad, no la pudieron tener todos. Algunos no podían. Salieron apenas vivos, lejos de su integridad física y psicológica. Salieron apenas a tratar de recoger sus pedazos y emparchar sus vidas. Salieron a escuchar que eran unos demonios… tan demonios como los bestiales torturadores.
Juzgar a los que no testimoniaron en ese momento, es una hijaputez de proporciones enormes. Es de miserables levantar el dedito y preguntar despectivamente “¿y porqué no lo dijo antes? ¿recién se acuerda?”
En esos momentos, la soledad de los ex detenidos era innegable. Incluso, muchos sentían culpa de estar vivos. Habían sobrevivido al infierno, a quedar reducidos a la animalidad, y los que habían quedado adentro eran los hijos de alguien, los hermanos de alguien, los amigos, los amores… muertos en el suplicio, tirados en algún agujero oculto.
Soledad y culpa, y miedo… cosas que juntas, son la peor mierda que podés sentir.
Después de la mini (muy mini) primavera democrática… los sobrevivientes tuvieron que enfrentar anímicamente el trauma que provocaron las leyes de obediencia debida, punto final y los indultos menemistas. Una secuencia que funcionó como sucesivos tiros de gracia para las expectativas de justicia y que le dio a más de uno, una excelente razón para guardarse. Los tipos estaban libres, inocentes para la justicia.
Y saber que cruzarse por la calle con los asesinos de tus compañeros y tus torturadores, muchos de los cuales ahora eran comisarios o continuaban con sus carreras militares, era una posibilidad real, concreta y cotidiana.
En Santiago, los represores tenían una mesa en un bar céntrico, frente a la plaza, se sentaban en la vereda… todo el mundo podía verlos, muertos de risa, mirando sobradoramente a los transeúntes. Los siniestros habían ganado. Y esa victoria de ellos, hacía más brutal tu derrota.
A partir del desgraciado diciembre de 1986 (ley de Punto Final) y con el remate de junio de 1987 con la ley de Obediencia Debida, ¿qué argumentos podías esgrimir para que los sobrevivientes de los campos de tortura y exterminio quisieran dar testimonio? ¿ante quién y para qué?
Ni los comandantes estaban en cana después del indulto del nunca suficientemente reputeado y maldito Carlos Saúl.
Y ahí pasa una década entera, donde nadie quería ni escuchar hablar de este tema. Otra vez la derrota… los demonios, la negación. El pasado, las heridas que ya hay que dar por cerradas, la “reconciliación nacional”. Encima, todavía te acusan de ser rencoroso. Y de traer al presente “los fantasmas del pasado”.
Llega el 2003. Se empieza a ver la posibilidad de que caigan las leyes de impunidad… se reabren los juicios…
De golpe, hay que confiar en una justicia que te recagó en los 70, que te volvió a recagar en los 80, y te ignoró en los 90. Mirá vos.
No es grato ir a los tribunales… ni por un divorcio, ni por un tema con la medianera del vecino. Imaginate la dificultad de ir a declarar acerca de las animaladas que te hicieron, después de pasados más de 20 años, en los que nadie quiso saber qué te pasó, y ante unos jueces que, en muchos casos, son los mismos de antes…
Los tipos que te vieron pasar en los tribunales, esposado, deformado a golpes, a firmar una declaración que te habían sacado a patadas y picana, que tal vez eran jueces o secretarios del juez, ahora son los jueces. Y esos tipos te temen. Porque saben que vos sabés.
Y los que no son funcionarios de la época de la dictadura, son hijos, o nueras, o sobrinos, o amantes, o amigos de los jueces de la dictadura. Porque lamento comunicarles, amiguitos, que la justicia está llena de amigos y entenados de.
Si la sociedad metaboliza tan lentamente lo ocurrido, y se van enterando de a cuentagotas de lo que ya sabían, pero negaban… ¿quién es el dueño del reloj que determina cuánto tiempo necesita una víctima para poder dar testimonio en sede judicial?
¿No es entendible que muchos recién ahora… AHORA con los juicios que ya se hicieron y terminaron en condenas, tengan el impulso de denunciar?
Pero esta gentuza, que pueden ser acusados de todo, menos de falta de creatividad, elaboraron el nuevo discurso despreciable que es el de la sed de venganza.
El nuevo discurso roñoso y ofensivo dice que los Papaleo vienen AHORA a denunciar el saqueo de Papel Prensa y las torturas, por la sed de venganza de otros… de los Kirchner.
Encima, forros de los K.
Encima, no fueron tan torturados como Jacomo Timerman, dice Carrió, que debe tener el torturómetro. Así que están mariconeando.
Olvidan que en los 20 y pico de años de democracia, no hubo nada que se consolidara tanto como el poder del grupo Clarín, que encima se fue blanqueando con la hipócrita posición de defensores de la democracia.
Olvidan que en los 20 y pico de años de democracia, no hubo nada que se consolidara tanto como el poder del grupo Clarín, que encima se fue blanqueando con la hipócrita posición de defensores de la democracia.
Que la Noble consiguió que echaran al juez Marquevich por osar detenerla unas cuantas horas en diciembre de 2002 por la apropiación de los pibes.
¿Qué juez se iba a animar a investigar la denuncia de Papel Prensa? ¿Se animarán ahora? ¿Se animarán por fin a establecer de qué familia fueron robados los pibes que tiene la Noble? ¿Se animarán a devolverle Papel Prensa a sus legítimos dueños?
Bueno… qué se yo. Cuando uno cree que ya no tienen salida ni argumentos, siempre se las rebuscan para inventar algo que supera lo anterior.
Bueno… qué se yo. Cuando uno cree que ya no tienen salida ni argumentos, siempre se las rebuscan para inventar algo que supera lo anterior.
Es que los hijos de puta no descansan nunca.
Buenas noches.
.........................
tu posteo está perfecto...como sobreviviente exiliado, lo encontré perfecto..
ResponderBorrarmuy buen post realmente.
ResponderBorrarMuy bueno, te robé un parrafito, sobre algo de lo que me parece que se habla demasiado poco.
ResponderBorrarAcoto:
Así que a la sociedad no le quedaba siquiera la posibilidad de ser tímida. Tenían que salir a estar de acuerdo con la masacre, y pegar la oblea en el auto, y aplaudir como focas. Y lo hicieron. Y despintaron a los familiares que tenían algún hijo “comprometido”, se borraron.
Un genocidio no brota de una maceta, no es espontáneo, hay que planificarlo. Y necesita la complicidad de toda la sociedad.
Eso es un punto de vista común en el repaso de la dictadura desde un punto de vista de izquierda, y me parece un poco injusto, hubo de todo: desde los que apoyaron la masacre desde la ignorancia o el hijoputismo hasta gente que simplemente tenía miedo. Pensá en las personas que no eran militantes, que formadas durante 50 años de democracia fracasada no ponían ninguna esperanza en la militancia política de ningún tipo. Otras que por simple falta de imaginación se concentraron desde siempre en su vida personal y en su trabajo. No era este país, era otro país, donde para muchas personas el sostener una opinión política que jamás podrían ni siquiera votar era tan útil como cuidar una pecera. En ese contexto, no me parece justo acusar de complicidad a aquéllas personas que cuando vino la dictadura siguieron haciendo lo mismo que hacían antes, especialmente si lo que veían a su alrededor les causaba un miedo que nunca antes habian experimentado.
Vivimos en un país distinto. Muy distinto. Vos y yo sabemos que a pesar de los anónimos que insultan podemos decir lo que queramos sobre lo que se nos cante que no nos va a pasar nada. No digo que no haya algunas personas que sufren por su militancia, pero son la excepción y no la regla. Además vos y yo sabemos que vale la pena pelear, porque en el país que vivimos podemos imaginar que alguna vez tendremos éxito. La generación que nos precedió no tenía elementos para sentirse como nosotros, sino más bién todo lo contrario, lo más probable es que cualqueir militancia o incluso cualquier opinión un poquito jugada les costara la vida, y que además la movilización fuera inútil. Fueron casi 50 años.
Además el miedo. Fiajte que para mí, ya lo dije más de una vez, es inconcebible que a esos que tenían una mesa en un bar céntrico, frente a la plaza, se sentaban en la vereda… todo el mundo podía verlos, muertos de risa, mirando sobradoramente a los transeúntes nadie los haya cagado a trompadas. Esa sería mi reacción, casi inevitable, pero porque yo crecí en otro país. ¿Cuanto tuvo que pasar para que le rompieran la jeta a Astiz? Los que le tiraron huevos a Etchecolatz, los que echaron a Astiz de un restaurant, los que comenzaron con los escraches, eran personas de nuestra generación, que no habían aprendido a temerles, sino mas bien a experimentar lo patéticamente cobardes que son. Es cierto que si yo me cruzara en la calle con Astiz, no dudaría un minuto en escupirle la cara. Pero también es cierto que mis viejos, quienes son responsables d emuchas de mis actitudes incluyendo esa, cruzarían de vereda.
Por eso digo, a veces ese discurso se vuelve un poco injusto.
A mi me pega en el quinto forro todo esto.
ResponderBorrarTuve que soportar a los derechosos, soberbios en los '90, gastándonos.
Pero ahora, ver a aquellos "progres" con este discurso "licuador". Esos mismos que cantaban: -"A los asesinos, la cárcel ya..."; no tienen verguenza, pedazo de hijos de puta.
-"Vamos para adelante, otra vez revolviendo el pasado"? nos dicen.
La respuesta es clara: -"Vamos para adelante, y ahora en serio, ahondando en el pasado, para limpiar el futuro".
A mi compañero y otros tantos que conocí le amputaron éste presente y el futuro:
http://elaguantepopulista.blogspot.com/2010/08/cabezas-presente.html
Muchas gracias, amigos.
ResponderBorrarPensala bien... fuí a tu blog, y ahora te sigo. Un abrazo.
Unfor, no se enoje... pero no les saque el caballo de encima. La paciencia y la perseverancia son nuestras mejores virtudes. Ya van a venir con el caballo cansado.
Para eso tenemos una presidenta que tiene una claridad en el manejo de los tiempos, asombrosa, Luz.
ResponderBorrarEs cierto; paciencia y perseverancia. Si la tuvimos tanto tiempo, vamos a tenerla ahora, mas que nunca.
uhh, había escrito un commento largo que se perdió en la nebulosa....
ResponderBorrarBueno, nada, listo post, te robé un pedacito.
Salu2
puhhh, que día que tengo....
ResponderBorrarFe de ratas:
- donde dice "commento" debe decir "comment"
- donde dice "listo" debe decir "lindo"
Chau, me voy a sacarle punta a los dedos...
Le robaron el futuro a toda una generación y ahora quieren negarnos el pasado...
ResponderBorrarNI OLVIDO NI PERDON!
Brillante tu nota, Luz
Bueno, me pone muy contenta que me dejen esos mensajes.
ResponderBorrarSeverian, por favor te lo pido, sacale punta a esos dedos y repetí lo que habías escrito y se perdió en la nebulosa, porque siempre me interesa lo que opinás, me ayuda a darle más vueltas y amasar mejor las ideas.
Orcko... espero siempre tu comentario, en especial cuando cometo errores de ortografía, por culpa de la calentura y la ansiedad.
Los quiero, amigos (en serio)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarPor esos misterios de la nebulosa, el comentario de Severian entró en mi casilla de mails aunque no se publicó. Así que acá lo pego, para que si quieren, lo charlamos.
ResponderBorrarSeverian ha dejado un nuevo comentario en su entrada "RESPECTO A LA “OPORTUNIDAD” DE LA DENUNCIA.":
Muy bueno, te robé un parrafito, sobre algo de lo que me parece que se habla demasiado poco.
Acoto:
Así que a la sociedad no le quedaba siquiera la posibilidad de ser tímida. Tenían que salir a estar de acuerdo con la masacre, y pegar la oblea en el auto, y aplaudir como focas. Y lo hicieron. Y despintaron a los familiares que tenían algún hijo “comprometido”, se borraron.
Un genocidio no brota de una maceta, no es espontáneo, hay que planificarlo. Y necesita la complicidad de toda la sociedad.
Eso es un punto de vista común en el repaso de la dictadura desde un punto de vista de izquierda, y me parece un poco injusto, hubo de todo: desde los que apoyaron la masacre desde la ignorancia o el hijoputismo hasta gente que simplemente tenía miedo. Pensá en las personas que no eran militantes, que formadas durante 50 años de democracia fracasada no ponían ninguna esperanza en la militancia política de ningún tipo. Otras que por simple falta de imaginación se concentraron desde siempre en su vida personal y en su trabajo. No era este país, era otro país, donde para muchas personas el sostener una opinión política que jamás podrían ni siquiera votar era tan útil como cuidar una pecera. En ese contexto, no me parece justo acusar de complicidad a aquéllas personas que cuando vino la dictadura siguieron haciendo lo mismo que hacían antes, especialmente si lo que veían a su alrededor les causaba un miedo que nunca antes habian experimentado.
Vivimos en un país distinto. Muy distinto. Vos y yo sabemos que a pesar de los anónimos que insultan podemos decir lo que queramos sobre lo que se nos cante que no nos va a pasar nada. No digo que no haya algunas personas que sufren por su militancia, pero son la excepción y no la regla. Además vos y yo sabemos que vale la pena pelear, porque en el país que vivimos podemos imaginar que alguna vez tendremos éxito. La generación que nos precedió no tenía elementos para sentirse como nosotros, sino más bién todo lo contrario, lo más probable es que cualqueir militancia o incluso cualquier opinión un poquito jugada les costara la vida, y que además la movilización fuera inútil. Fueron casi 50 años.
Además el miedo. Fiajte que para mí, ya lo dije más de una vez, es inconcebible que a esos que tenían una mesa en un bar céntrico, frente a la plaza, se sentaban en la vereda… todo el mundo podía verlos, muertos de risa, mirando sobradoramente a los transeúntes nadie los haya cagado a trompadas. Esa sería mi reacción, casi inevitable, pero porque yo crecí en otro país. ¿Cuanto tuvo que pasar para que le rompieran la jeta a Astiz? Los que le tiraron huevos a Etchecolatz, los que echaron a Astiz de un restaurant, los que comenzaron con los escraches, eran personas de nuestra generación, que no habían aprendido a temerles, sino mas bien a experimentar lo patéticamente cobardes que son. Es cierto que si yo me cruzara en la calle con Astiz, no dudaría un minuto en escupirle la cara. Pero también es cierto que mis viejos, quienes son responsables d emuchas de mis actitudes incluyendo esa, cruzarían de vereda.
Por eso digo, a veces ese discurso se vuelve un poco injusto.
Severian
ResponderBorrarQué suerte que no se perdió, porque está bueno aclarar. Ya sabemos que las generalizaciones son siempre injustas. Pero no era eso lo que yo quise decir en el post. Tal vez me fui por las ramas y se dispersó la idea.
Yo estoy hablando de la gente que AHORA, HOY hace esa pregunta infame y ofensiva… “¿y porqué no denunciaron antes?”
Y arranqué con la idea de partida: para que ocurra un genocidio, hace falta que SIMULTÁNEAMENTE
1) Unos pocos líderes decidan y diseñen el exterminio,
2) Muchos represores que acepten brutalizarse y ejecutarlo y
3) que muchos se hagan los giles
Cómo voy a desconocer el miedo, si mi viejo me metió la primer y única cachetada que me dio en mi vida, cuando fui a un acto de la izquierda, ya entrada la democracia. Estaba cagado de miedo por mí.
No desconozco el miedo que ha sentido, una gran parte de la sociedad. No puedo desconocer esa clase de miedo, habiendo vivido en Santiago, donde la dictadura continuó hasta abril de 2004, cuando vino la intervención federal que sacó a los Juarez del poder, gracias a las marchas que hizo la gente.
Y si, hay una cuestión generacional, evidente. Te cuento una anécdota, bastante graciosa:
Cuando empezaron las marchas del 2003, acá, en Santiago, la mayoría de los asistentes eran jóvenes… se cantaban consignas y cantitos. No te olvides que marchamos todos los viernes durante más de un año, así que la creatividad estaba a full y los cantitos se multiplicaban.
Por supuesto que había gente grande, que estaba repodrida de Carlos y Nina Juarez. Y una vuelta una señora grande, que hacía el esfuerzo de ir a las marchas, me reclama, muy bien, de buena forma… que no le gustaba que cantáramos ese cantito.
El cantito era acerca de todo lo que Carlos Juarez había privatizado en una única mano, la de Carlos Ick (el Magnetto santiagueño) y terminaba diciendo “porqué no privatizaste… la bombacha de la Nina” (en alusión al santiagueñazo, donde le saquearon la casa a Juarez y uno salió por la ventana con una bombacha de la Nina en la cabeza)
Esta señora, se incomodaba porque hablábamos de la bombacha de la Nina!!!
Yo le expliqué que nosotros no la respetábamos a Nina, y que creíamos que para perderle el miedo, todos tenían que perderle un poco el respeto, porque ella no nos respetaba a nosotros. Y se fue conforme la señora… ella detestaba a Nina, pero no le perdía el respeto!!!! Mirá si hubiéramos cantado “la concha de la Nina”!!! Es un claro tema generacional.
Volviendo al tema en discusión:
Sería un inmenso avance de la sociedad que todos reconozcan que SE HICIERON LOS GILES… por miedo, por ignorancia, por hijaputez, por rutina, por lo que vos quieras. Sería un paso adelante que dejen de boludear con que no se enteraban.
Si yo, que era una nena, sabía que a la señora de la otra cuadra le habían llevado los hijos (dos hijos)… y siempre la miré con una intensa pena. Y yo niña, la saludaba con mucha dedicación, era mi forma infantil de acompañarla.
Sería muy tranquilizador para las víctimas y un claro signo de salud, que dejen de repetir la sarasa de los dos demonios, que asuman que tuvieron miedo ¿cuál es el problema de haber tenido miedo y haberse hecho los boludos por miedo? Sería sanador admitirlo.
Yo no juzgo a los que tuvieron miedo… yo estoy hablando de la gente que AHORA, HOY hace esa pregunta infame y ofensiva… “¿y porqué no denunciaron antes?”
La gente que, como vos bien decís, no eran militantes y vivieron 50 años de democracia fracasada, presumo, que no es la que hace esa pregunta. Mi viejo no haría esa pregunta. Tus viejos, adivino, tampoco.
Esa pregunta, sobre la que gira todo el post, es la que define a ese sector de la sociedad que prefiere creer que había dos demonios, que discuten el número de los desaparecidos, que prefieren creerle a Magnetto y no a Lidia Papaleo, todo para no admitir que se hicieron los giles por complicidad o por miedo.
Lo mismo siempre se me ocurre pensar qué hubiera pasado si 50 mil personas acompañaban a esas madres que daban vueltas en la plaza de mayo en el Año 77.
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ResponderBorrar(sigo teniendo problemas con los comentarios)
ResponderBorrarTu post está muy claro, el que me fui por las ramas fui yo. A mi me hacen el mismo ruido los que dicen "por qué ahora", la respuesta es obvia: porque ahora se puede, porque no hay obediencia debida, ni punto final, ni indultos ni, principalmente, un diario que controle al gobierno.
Sólo señalaba que cuando se habla de complicidad de la sociedad, se deja entender que quien no murió estuvo de acuerdo con la masacre. Y eso no es justo. Yo más bién hablaría de inacción, de una pasividad que no necesariamente implica aprobación. Claro que lo más sano es aceptar que se tenía miedo, y conozco mucha gente que lo hace. Fijate que en La Plata donde vivo, la mayoría de la gente con la que podés hablar de esa época es gente que no militaba, y que se mandó a guardar en cuanto la cosa se puso jodida. Muchos estudiantes que vieron desaparecer a sus compañeros y cerrarse las facultades, cuyas casas fueron invadidas por patotas a las tres de la mañana que buscaban a alguno de sus amigos. Muchos se asustaron y se encerraron en si mismos, otros se volvieron a sus pueblos. Los otros, los que eligieron el camino de confrontar, los que se jugaron, no sobrevivieron.
Llenar la plaza acompañando a las madres es algo que podemos pensar nosotros, que crecimos en otro mundo, donde un acto político de ese tipo tiene otra consecuencia que la propia muerte. Puedo entender a la gente que entonces creyó que no serviría para nada más que para que te marcaran y te chuparan. Si querés lo pongo de otra manera: esas personas creían que le hacían un favor a sus hijos al no ponerse en la linea de tiro. Hoy aprendimos, si vuelve a pasar algo así nuestra reacción sería distinta, sabemos que el único favor que le podemos hacer a nuestros hijos es mantener lo poco que tenemos, esa democracia de mierda que no resuelve la injusticia social. Aquélla generación ni eso tenía ¿que iba a defender?
Para graficar, algo que ya conté: la mejor amiga de mi mamá militaba en el ERP, vivia en un departamento que era propiedad de mi viejo. En el 74 se fué de LP porque la triple A la quería liquidar. Los macacos cayeron a mi casa buscándola, a lo de mi abuelo (quien se vio amenazado por la represión a pesar de ser un liberal convencido) y a lo de otros amigos. Todas esas personas quedaron aterrorizadas (yo tenía dos años y desde entonces que odio a la policia). Tal era el miedo que ni mi viejo ni mi abuelo se animaron a volver al departamento, imaginando que estaba vigilado por los asesinos. El departamento estuvo desocupado, abierto, durante más de un año, ocasionalmente visitado por algún milico que se fué afanando hasta la plomería... Finalmente un juez recordó para qué se le pagaba un sueldo y ordenó un allanamiento en respuesta a un habeas corpus. A la amiga de mi mamá la secuestraron en Balcarce en el 76, jamás apareció.
Imaginate el terror que debía causar eso, y cual es la reacción natural en una generación que se crió sin tener jamas en sus manos su propio destino, bajo dictaduras y democracias vigiladas. Claro que nosoros actuarímos distinto, pero porque en veinticinco años de democracia aprendimos que podemos pelear por lo que queremos, que no nos va a pasar nada (independientemetne de que ocasionalmente pase) y que alguna que otra vez ganamos.
El blogspot está dando problemas con los comentarios. Tengan paciencia, pero no dejen de comentar.
ResponderBorrarEstamos de acuerdo Severian.
Tal vez es demasiado decir “complicidad”.
Debiera haber dicho “inacción o pasividad” que no necesariamente implica aprobación.
Estoy de acuerdo.
Y creo que llegamos un puntito interesante.
Los sobrevivientes que no declararon ANTES, se guardaron porque el caldo siguió espeso para ellos aunque volvió la democracia.
Y los que ahora preguntan porqué no declararon antes, es porque tal vez nunca sintieron miedo…
(y el resto lo dejo a tu criterio, como dijo la filósofa)