Hoy tuve una desagradable experiencia que me dejó pensando...
Me crucé con uno de los torturadores zonales, mientras era llevado amablemente por la cana, supongo que a declarar.
Está horrible, gordo, como hinchado, abandonado, con aspecto de sucio, el pelo largo inflado, entrecano y roñoso, los bigotones también.
Si lo hubiera visto sentado en el cordón de la vereda hubiera pensado que se trataba de un mendigo, o un borracho eterno, de esos que se ven por las esquinas de Santiago.
Pensando en todo eso, calculé que debe tener 55 años, no mucho más. Era un pendejo en los 70'... se infiltraba entre los jóvenes, soplón de la cana... habrá hecho méritos y entró a Inteligencia de la provincia, al mando del nunca suficientemente puteado Musa Azar.
Ahora está ahí, hecho mierda, perdedor. Un auténtico looser... con un futuro oscuro delante (oscuro celda)
¿Se preguntará él PARA QUÉ hizo lo que hizo?
¿Se preguntará PARA BENEFICIO DE QUIÉN?
Salió a buscar, torturar y matar a los zurditos que propiciaban otra distribución de la riqueza.
(Una distribución mejor que seguramente le hubiera permitido a ésta alimaña tener una vida diferente.)
Salió a mezclarse entre los estudiantes para escuchar, botonear y finalmente secuestrarlos. ¿Porqué no habrá aprovechado para desasnarse?
Tal vez hasta se sintió patriota, valiente, poderoso hasta la prepotencia, dueño de la justicia, la vida y la muerte... por un rato.
No creo que se pregunte muchas cosas. No tiene pinta de hacerse preguntas.
Pero no se lo ve muy beneficiado de haber formado parte de la represión, de haber hecho el laburo sucio... es un muerto de hambre, y está preso.
Muy distinto a la situación de los verdaderos promotores y beneficiados... que pasean en sus parques finamente diseñados, lustran sus coches importados, cuentan sus cuentas en Suiza, pasean por el mundo y, por sobre todas las cosas, están libres.
Y pensando pensando, me acordé de Cecilio Kamenetzky.
Todos, sin excepción, los que lo conocieron no se cansan de repetir lo brillante, lo inteligente, lo simpático que era. Alguien me dijo de él, con la voz entrecortada: "no era inteligente... era un genio"
Cecilio tenía 18 años cuando el bestia bruta que me crucé hoy, lo torturó. Seguramente mientras lo hacía descargaba su envidia y su resentimiento, sintiéndose omnipotente... y privándonos para siempre de Cecilio.
Triste postal de éste país de memoria sangrante.